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(Carta de Jamaica (Simon Bolívar)
(Revertido a última version con sentido)
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                              Carta de Jamaica
Hola!!
      Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que
Soy estudiante de ingeniería de sistemas, estamos intentando instalar moodle 1.9+, pero hay un problema con la comfiguración de extensión xmlrpc en apache. Quisiera saber donde encontrar la libreria y como compilar apache en linux para que soporte xmlrpc. Agradezco toda la colaboración que me puedan prestar.
usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.
Estamos trabajando con Fedore core 8.
      Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte de mi
patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento
hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento
menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me
hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro
en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que usted me
favorece, y el impedimento de satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de
libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso,
variado y desconocido como el Nuevo Mundo.
      En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha
honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos
teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la
estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor
está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas
más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los
verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la
historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones
físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política.
      Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de
usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las
cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas sí las
ingenuas expresiones de mis pensamientos.
      «Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los
españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la
presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes
y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico
obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una
breve relación de ellas, extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla a los
conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces
en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí:
como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los
imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la
humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y
contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.
      Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que me
dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas,
acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos
meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las
contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino
de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo que la unía a España está cortado:
la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de
aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba ya las divide; más grande es
el odio que nos ha inspirado la Península que el mar que nos separa de ella; menos
difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El
hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca
benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin,
todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un
principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la inconducta de nuestros
dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir, este apego forzado por el
imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario; la muerte, el deshonor,
cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos: todo lo sufrimos de esa desnaturalizada
madrastra. El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las
tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos
pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y
rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.
        Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar
de la fortuna. En unas partes triunfan los in dependientes, mientras que los tiranos
en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está
el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada
y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.
        El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio
y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa, e
inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de
su libertad.
        El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidian do contra sus
enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un
término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y
compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que
ama su independencia, por fin la logra.
        El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes,
es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la
causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción
de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente
que amenaza a las más de sus provincias.
        La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a
un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la mayor dificultad
contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria; y las
provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus
señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio
que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es
verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare
será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para
subyugar a los morigeros y bravos moradores del interior.
      En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han sido
tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta
indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos
países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y
sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria
existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los
hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor, en
los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que
insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que
hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de
habitantes se contaba en Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una
cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las
peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.
      En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, siete
millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la
insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir
sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de
hombres han perecido, como lo podrá usted ver en la exposición de Mr. Walton que
describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento
imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas
especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han
tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con
la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres, porque han
abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o
seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar a los
españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su
sangre o en el mar.
      Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una
población de setecientas a ochocientas mil almas, son las que más tranquilamente
poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Más
¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desearán su bienestar?
      Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud y
novecientas de latitud en su mayor extensión en que dieciséis millones de
americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española
que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son
ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el
antiguo. ¿Y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer
su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está
Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia?
¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible? Estas cuestiones cuanto
más las medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca
la América, pero es imposible porque toda Europa no es España. ¡Qué demencia la
de nuestra enemiga, pretender reconquistar América, sin marina, sin tesoros y casi
sin soldados! Pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio
pueblo en una violenta obediencia, y defenderse de sus vecinos. Por otra parte,
¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo sin
manufacturas. Sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política?
Lograda que fuese esta loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la
pacificación, los hijos de los actuales americanos únicos con los de los europeos
reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos
patrióticos designios que ahora se están combatiendo?
      Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad,
porque a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a
fin de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y
poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario
y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma
por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la
independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino
porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos
ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones
de la venganza, ambición y codicia, como España, parece que estaba autorizada por
todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.
      Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En
consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se
apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son
recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No
sólo los europeos. Pero hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido
inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por
sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos
antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la
libertad en el hemisferio de Colón?
      «La felonía con que Bonaparte —dice usted— prendió a Carlos IV y a Fernando
VII, reyes de esta nación, que tres siglos la aprisionó con traición a dos monarcas de
la América meridional, es un acto manifiesto de retribución divina y, al mismo
tiempo, una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les
concederá su independencia».
      Parece que usted quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por
Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el pueblo,
y a Atahualpa, inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro. Existe
tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no
admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin
recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y
los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín sucesor de Moctezuma, se le trata
como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto, para que
experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este
monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos
Toquis, Imas, Zipas, Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al
poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en
Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El
español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo
soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España;
aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar X echar a las
llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo de
Fernando VII con su usurpador; los reyes europeos sólo padecen destierros, el Ulmén
de Chile termina su vida de un modo atroz.
      «Después de algunos meses —añade usted— he hecho muchas reflexiones
sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés
en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo
que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia como
también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran
república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que usted pueda
darme o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy
particular».
      Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se
esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado;
y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar
esta noble sensación; usted ha pensado en mi país, y se interesa por él, este acto de
benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento.
      He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil
circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los
más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces errantes;
siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de espesos e inmensos
bosques, llanuras solitarias, y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será
capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los
tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias,
diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes alejan de sus
hogares a los pobres americanos. Esto sin hacer mención de la guerra de exterminio
que ya ha segado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran
parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá
a reducirse a la mitad del verdadero censo.
      Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer
principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a
adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se
puede prever cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta
incertidumbre, ignorancia y error, cuál seria el régimen que abrazaría para su
conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o
monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, esta es la imagen
de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un
mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y
ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero
el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada
desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o
siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta
notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus
antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas
nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por
otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos
propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros
americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que
disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los
invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante
que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de
política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que, desde luego,
caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio
probable.
      La posición de los moradores del hemisferio americano, ha sido por siglos
puramente pasiva; su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado
todavía más abajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para
elevarnos al goce de la libertad. Permítame usted estas consideraciones para elevar
la cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el
abuso de ella; luego un pueblo es esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por
sus vicios, hoya y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos
principios, hallaremos que América no solamente estaba privada de su libertad, sino
también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones
absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la
voluntad del gran sultán, Kan, Bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema,
y ésta, es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas
subalternos de Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que
participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está
encargada la administración civil, militar, política, de rentas, y la religión. Pero al fin
son persas los jefes de Ispahán, son turcos los visires del gran señor, son tártaros los
sultanes de la Tartaria. China no envía a buscar mandarines, militares y letrados al
país de Gengis Kan que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son
descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes
tártaros.
      ¡Cuán diferente entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además
de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de
infancia permanente, con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos
siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior,
conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, moraríamos
también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto
respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por
qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos
está permitido ejercer sus funciones.
      Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor
fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para
el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con
restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa,
el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las
fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio
hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias
americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted
saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la
caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos
para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no
puede saciar a esa nación avarienta.
      Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra
asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de
todas las naciones.      Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso,
rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los
derechos de la humanidad?
      Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del
universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado.
Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias;
arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de
subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni
financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras
instituciones.
      El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y
pobladores de América que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes
de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y
riesgo, prohibiéndoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les
concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y
ejerciesen la judicatura en apelación; con otras muchas exenciones y privilegios que
sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias
americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio,
siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí
y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi
exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los
empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación
manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos
naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.
      De cuanto he referido, será fácil colegir que América no estaba preparada,
para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el efecto de las
ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regencia nos declaró sin
derecho alguno para ello no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad.
Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y
hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor
mérito en el periódico El Español, cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta
parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.
      Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y, lo
que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos a representar en la
escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados,
administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas
y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad.
      Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz,
y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces
quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un
usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con
esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino
futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo,
justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento
sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba
nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron
autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer encargadas de dirigir
el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese
posible fundar un gobierno constitucional digno del presente siglo y adecuado a
nuestra situación.
      Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el
establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la
convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela
erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del
hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en
favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constituyó un gobierno
independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos
políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su
Constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se
ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas
atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido
esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los
documentos son tan raros, y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a
bosquejar el cuadro de sus transacciones.
      Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y
desgraciados para que se puedan seguir en el curso de la revolución. Carecemos,
además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos.
Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su
insurrección en septiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su
gobierno en Zitácuaro, instalado allí una junta nacional bajo los auspicios de
Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los
acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es
verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las
modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un
generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre
general Rayón; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres o ambos
separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha
aparecido una constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el
gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de
México concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de
gentes estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que
la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser
más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra,
inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos,
sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados
como reos de lesa majestad, ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se
mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las
poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quitasen para sacrificarlas y, concluye,
que en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias.
Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta
nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de
México, por mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los
españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras
naciones americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que
fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la
apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la
junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y
judicial, y el número de sus miembros muy limitado.
      Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones
perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y
luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades,
asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y
así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus
instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la
forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Granada las
excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el
general han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día.
Por esta razón sus débiles enemigos se han conservado contra todas las
probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las
virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas
enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser
nuestra ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de
nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los
vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que sólo ha
sobresal ido en fiereza, ambición, venganza y codicia.
      Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que
subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los
tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy
pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los
meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir
instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen
todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza
infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases
de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de
mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una República? ¿Se puede
concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la
libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas, y recaiga en el abismo? Tal
prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio
verosímil, que nos halague con esta esperanza.
      Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del
mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque
aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo
Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me
atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque
este proyecto sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen
no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos
han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las
heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es
la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli.
Supongamos que fuese el istmo de Panamá punto céntrico para todos los extremos
de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez, y aún en el
desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos
los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo
sería necesario que tuviese las facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y
virtudes de todos los hombres.
      El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se encendería
entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que
únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no sufrirían la
preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos
tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos
españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso deforme, que su propio
peso desplomaría a la menor convulsión.
      Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince o diecisiete
Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de
acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete
naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirla, es menos útil; y
así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones. El
interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su
conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es
precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los
términos de su nación, en detrimento de sus propios medios, con el único objeto de
hacer participar a sus vecinos de una Constitución liberal. Ningún derecho
adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a
colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos
tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas
republicanos, y aún diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus
ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus
dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra
tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al
despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las
grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han
tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos,
pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios que se
gobernaban por leyes e instituciones diferentes.
      Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constan te se dirige al
aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad
crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios
vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio que se
conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que
los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían
las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las
miras de Europa.
      No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por
ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los
nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y democracia
que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No siéndonos posible lograr
entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en
anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre
extremos opuestos que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al
deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de
América; no la mejor, sino la que sea más asequible.
      Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los
mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república
representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo,
concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y
justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su
incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, ese
mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido
preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que
al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en
absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político
que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que
sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un
rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.
      Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una
asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el
tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo:
estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz
región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún
día la capital de la tierra! Como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del
antiguo hemisferio.
      Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una
república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el nombre
de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines
de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición aunque
desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación
tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un
territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una gran de
abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían
civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira.
Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de
nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en
lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás
hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que
en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del
gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de
la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo
deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho
incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la
Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es
en extremo adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un Estado que, si
subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.
      Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el
Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un
gobierno central en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus
divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará
necesariamente en una oligarquía, o una monocracia, con más o menos
restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal caso
sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.
      El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las
costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos,
los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las
justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en
América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el
espíritu de libertad; los vicios de Europa y Asia llegarán tarde o nunca a corromper
las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará
siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus
leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas;
en una palabra, Chile puede ser libre.
      El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen
justo y liberal; oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está
corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana
libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las cadenas. Aunque estas
reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece
Lima por los conceptos que he expuesto, y por la cooperación que ha prestado a sus
señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos
Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta.
Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos
libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer
las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho
hará si concibe recobrar su independencia.
      De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias
americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso; algunas
se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán
monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan
infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras
revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran república
imposible.
      Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola
nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene
un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente,
tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de
formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses
opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el
istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojala
que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los
representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos
intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del
mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de
nuestra regeneración, otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St.
Pierre que concibió el laudable delirio de reunir un Congreso europeo, para decidir
de la suerte de los intereses de aquellas naciones.
      «Mutuaciones importantes y felices, continuas pueden ser frecuentemente
producidas por efectos individuales». Los americanos meridionales tienen una
tradición que dice: que cuando Quetzalcoatl, el Hermes, o Buda de la América del
Sur resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después
que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno, y
renovaría su felicidad. ¿Esta tradición, no opera y excita una convicción de que muy
pronto debe volver? ¡Concibe usted cuál será el efecto que producirá, si un individuo
apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetzalcoatl, el Buda de
bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree usted
que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todo lo que se necesita para
ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la
corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con
un gobierno libre y leyes benévolas?
      Pienso como usted que causas individuales pueden producir resultados
generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o dios
del Anáhuac, Quetzalcoatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que
usted propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano y no
ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo
los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen,
verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue
un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo
Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de
Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra, los más de los autores mexicanos,
polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la
cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice
Acosta, que él establece una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una
admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No
obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este
profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo
afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcoatl es un
legislador divino entre los pueblos paganos de Anáhuac, del cual era lugarteniente el
gran Moctezuma, derivando de él su autoridad. De aquí que se infiere que nuestros
mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas
más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y
exclusiva de las otras.
      Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado
del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe
por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus
banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión
que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La
veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera
inspirar el más diestro profeta.
      Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo
de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y
reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de
la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los
últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De
este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga,
siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna entre nosotros, la masa ha seguido
a la inteligencia.
      Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles,
y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos
vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos.
América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las
naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios
militares y combatida por España que posee más elementos para la guerra, que
cuantos furtivamente podemos adquirir.
      Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando
las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las
pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio.
Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su
protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen
a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes
prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y
las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia
libre que las convidará con un asilo.
      Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de
someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se
persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque
me crea capaz de ilustrar a usted en la materia.
      Soy de usted, etc., etc.
                                                  Kingston, 6 de septiembre de 1815
                                                                      Simón Bolívar


leer contenido de la Carta de Jamaica para comenzar la discusión a los 200 Años del Bicentenario[http://www.me.gob.ve]
== Mitos sobre moodle ==


18/02/2010
Me parece que los mitos sobre moodle estan fuera de contexto quieren un software que les haga absoutamente todo es mas he visto en este foro que hasta doctores que no saben del tema profundamente se las arreglan seria bueno aprender a utilizar la cabeza y solucionar temas de lògica a la hora de brindar soporte estoy impresionada de todas las ventajas que tiene ademas de ser el preferido por todas las universidades y colegios.
 
"El que no piensa sufre"
 
== APACHE PARA LINUX MOODLE ==
 
Hola estimados compañeros
 
Respecto a la pregunta de discusion acerca de donde encontrar la libreria y como compilar apache en linux para que soporte xmlrpc
 
Solo te puedo comentar que puedes instalar APACHE para LINUX ingresando a varias webs que se dedican  a esto, entre ellas estaS;
 
http://www.ubuntu-es.org/index.php?q=node/53465
 
http://todolinux.com/webs/todolinuxphp/index.php
 
Alli mismo encontraras el tutorial
 
== como funciona esto ==
 
solo pruebo esto porque no se como funciona estoy comenzando
 
== Universidad Virtual en Chile ==
 
Estoy liderando un proyecto para crear una Universidad Abierta en Chile, para toda latinoamérica, como la OU. Necesito incorporar a este proyecto, que ya tiene la autorización del Ministerio de Educación para iniciar el proceso de acreditación (Universidad en Formación), profesores del área de sistemas, telecomunicaciones, tecnología ambiental, energias renovables, tecnología agropecuaria e industrial y medios digitales de información (gráfica, TV, radio) para el diseño y seguimiento de las diferentes carreras con grados de magister y/o doctor, y desarrolladores de cursos a distancia con experiencia en Moodle y tecnologías de la comunicación.
 
También necesitamos empresas, organizaciones o personas que deseen aportar económicamente al proyecto, que tiene una finalidad solidaria para entregar educación superior a alumnos de bajos ingresos. (En Chile toda la educación es pagada, inclusive la educación superior pública y esto limita bastante nuestras posibilidades de crecimiento).
 
Para cualquier consulta al respecto me pueden escribir a [mailto:universidad@davinci.cl universidad@davinci.cl]
 
== Hola  ==
 
Hola soy nuevo en esto alguien tendra una informacion basica, para la utilización de esta pagina.
 
Gracias
 
== Cursos, convocatorias y aulas. ==
 
Hola, no se si este es el sitio adecuado para hacer esta consulta, espero que sí.
 
Bueno, el caso es que necesito hacer un desarrollo con moodle en el cual un Curso pueda tener varias convocatorias y una convocatoria pueda tener varias aulas. El tema de las aulas creo que es facilmente abordable a través de la generación de grupos, pero el que no se cómo realizarlo es el de cursos con varias convocatorias a lo largo del tiempo.
 
Si alguien pudiese aportar alguna idea sobre cómo hacerlo, algún módulo o paquete que lo haga ya, se lo agradecería mucho.
 
Un saludo,
  Fernando Gómez

Revisión del 18:29 1 mar 2010

Hola!! Soy estudiante de ingeniería de sistemas, estamos intentando instalar moodle 1.9+, pero hay un problema con la comfiguración de extensión xmlrpc en apache. Quisiera saber donde encontrar la libreria y como compilar apache en linux para que soporte xmlrpc. Agradezco toda la colaboración que me puedan prestar. Estamos trabajando con Fedore core 8.

Mitos sobre moodle

Me parece que los mitos sobre moodle estan fuera de contexto quieren un software que les haga absoutamente todo es mas he visto en este foro que hasta doctores que no saben del tema profundamente se las arreglan seria bueno aprender a utilizar la cabeza y solucionar temas de lògica a la hora de brindar soporte estoy impresionada de todas las ventajas que tiene ademas de ser el preferido por todas las universidades y colegios.

"El que no piensa sufre"

APACHE PARA LINUX MOODLE

Hola estimados compañeros

Respecto a la pregunta de discusion acerca de donde encontrar la libreria y como compilar apache en linux para que soporte xmlrpc

Solo te puedo comentar que puedes instalar APACHE para LINUX ingresando a varias webs que se dedican a esto, entre ellas estaS;

http://www.ubuntu-es.org/index.php?q=node/53465

http://todolinux.com/webs/todolinuxphp/index.php

Alli mismo encontraras el tutorial

como funciona esto

solo pruebo esto porque no se como funciona estoy comenzando

Universidad Virtual en Chile

Estoy liderando un proyecto para crear una Universidad Abierta en Chile, para toda latinoamérica, como la OU. Necesito incorporar a este proyecto, que ya tiene la autorización del Ministerio de Educación para iniciar el proceso de acreditación (Universidad en Formación), profesores del área de sistemas, telecomunicaciones, tecnología ambiental, energias renovables, tecnología agropecuaria e industrial y medios digitales de información (gráfica, TV, radio) para el diseño y seguimiento de las diferentes carreras con grados de magister y/o doctor, y desarrolladores de cursos a distancia con experiencia en Moodle y tecnologías de la comunicación.

También necesitamos empresas, organizaciones o personas que deseen aportar económicamente al proyecto, que tiene una finalidad solidaria para entregar educación superior a alumnos de bajos ingresos. (En Chile toda la educación es pagada, inclusive la educación superior pública y esto limita bastante nuestras posibilidades de crecimiento).

Para cualquier consulta al respecto me pueden escribir a universidad@davinci.cl

Hola

Hola soy nuevo en esto alguien tendra una informacion basica, para la utilización de esta pagina.

Gracias

Cursos, convocatorias y aulas.

Hola, no se si este es el sitio adecuado para hacer esta consulta, espero que sí.

Bueno, el caso es que necesito hacer un desarrollo con moodle en el cual un Curso pueda tener varias convocatorias y una convocatoria pueda tener varias aulas. El tema de las aulas creo que es facilmente abordable a través de la generación de grupos, pero el que no se cómo realizarlo es el de cursos con varias convocatorias a lo largo del tiempo.

Si alguien pudiese aportar alguna idea sobre cómo hacerlo, algún módulo o paquete que lo haga ya, se lo agradecería mucho.

Un saludo,

  Fernando Gómez